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Cambio climático: la banca juega algunas fichas

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
07/3/2008
Organizador:  La Vanguardia, Suplemento Dinero
Temáticas:  Medio ambiente  Economía 
Artículo publicado en el Suplemento Dinero del periódico
La Vanguardia
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La economía del cambio climático, aunque no se sepa muy bien todavía en qué consiste, comienza a dominar la jerga de los mercados y, lo que es más importante, a tener un cierto reflejo en la dinámica las grandes entidades financieras. Sólo eso.

Los enunciados de la economía del cambio climático están claros: hay que disminuir el consumo de recursos, diversificar las fuentes de energía y reducir las emisiones de los gases que contribuyen a potenciar el efecto invernadero, en particular el dióxido de carbono. Pero el contenido más importante de estos enunciados permanece todavía en el laboratorio. Lo cierto es que aún reina un considerable margen de incertidumbre, pero cada vez son menos los que dudan de que la economía del cambio climático lleva camino de convertirse en una realidad en un plazo relativamente corto. Y la mejor prueba de ello es quizá las nuevas divisiones ambientales que están creando las grandes corporaciones bancarias con el objetivo de gestionar activos multimillonarios orientados hacia los mercados emergentes del cambio climático.

“Nosotros hemos identificado a más de 250 fondos mutuos y de cobertura que invierten en temas ambientales, sobre todo en energías alternativas y en tecnologías relacionadas con la gestión del agua”, explica Mark Fulton, director general de Deutsche Asset Management, una división del Deutsche Bank que gestiona más 561.000 millones de euros en activos y que ha creado un comité para asesorar y apoyar las inversiones en la economía del cambio climático. En estos comités, se sientan juntos por primera vez expertos en finanzas y en ciencia. La competencia en este terreno, aunque incipiente, ya tiene a actores de entidad considerable, como Pictet, Black Rock Merrill Lynch o Sustainable Assets Management.

Sin embargo, los perfiles de una política financiera en este campo incipiente de inversión apenas comienzan a dibujarse con claridad. Una de las razones es que para que el dinero fluya hacia un sector de base fundamentalmente tecnológica requiere de un colchón de políticas públicas que facilite el despegue y despeje algunas incertidumbres. Sobre todo en cuatro áreas:
.- Los sistemas regulatorios de captura y comercio de carbono. Aunque la UE ha avanzado ligeramente en este sentido, todo el mundo está esperando a ver qué política adopta el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Los tres candidatos a la presidencia han dicho que favorecerán la creación de ese mercado, pero la carga electoral del mensaje no permite sacar mayores conclusiones. Lo cierto es que, sin la decisiva participación de EEUU, será muy difícil acordar normas de alcance planetario, que es lo que se espera que se logre como sustitución del Protocolo de Kioto en 2012. Además, las tecnologías para lidiar con el carbono, como su captura y enterramiento, apenas están en la infancia. Según Fulton: “Los gobiernos tendrán que contribuir activamente al desarrollo de esta economía del clima. El mercado del carbono va a ser tan importante para ellos como el de las tasas de interés o el del petróleo. Este mercado debería fijar el precio del gas y ese precio dependerá del costo de su captura y de su enterramiento. Pero hasta que no sepamos cómo hacerlo, será muy difícil acertar con el precio”.
.- Los gobiernos también necesitan concretar su cháchara ambiental en todo un entramado de incentivos fiscales que mantengan, además, ciertos criterios paritarios entre las naciones. Como sucede con el punto anterior, algunas tasas fiscales se renombran con demasiada facilidad con el apellido de medioambientales, pero lo que se requiere es posiblemente un tejido de normas impositivas que estimule realmente la introducción de tecnologías que mitiguen o faciliten la adaptación ante las consecuencias del cambio climático.
.- El tercer aspecto se refiere a los incentivos y los subsidios necesarios para favorecer la adopción de políticas de energías limpias. Como ya se ha demostrado en las últimas cumbres medioambientales, existe un consenso sobre la necesidad de estos subsidios, pero todos se mantienen en alerta tras las consecuencias de la Política Agraria Común de la UE o los efectos de la protección que todavía brinda EEUU a su agricultura.
.- Finalmente, la eficiencia energética es y será el gran tema, el que comienza a atraer la atención de los mayores fondos de inversión, pero adolece de la falta de criterios estándar que permita saber, con ciertas garantías, qué se reduce y cómo se compensa.

En resumen, no será fácil acertar con las inversiones en la economía del clima, guiada por modelos muy complejos, multi-dimensionales y repletos de variables, sin olvidar la propia naturaleza caótica del clima. En ese escenario, los fondos financieros saben que se encontrarán con inversores a la expectativa, inversores que decidirán jugársela por estar convencidos del futuro dibujado por el IPCC, e inversores que no irán a pescar hasta que vean que las aguas no bajan turbias, valga la ironía. Mientras tanto, unos y otros tendrán que discernir el trigo de la paja. Aunque algunas grandes corporaciones han declrado que serán “libres de carbono” en fechas más o menos inminentes, no se conoce con detalle qué tecnologías –si alguna- están poniendo en juego para alcanzar semejantes objetivos. En algunos casos, pareciera que estamos regresando a la contabilidad creativa de la era de Enron: se asignan al casillero verde partidas que ya formaban parte de las inversiones corrientes de la compañía.

“De todas maneras, las cosas están más claras en algunos campos. La eficiencia energética y las energías alternativas, como la eólica y la solar, comienzan a contar con tecnologías viables que están atrayendo inversiones cuantiosas”, asegura Fulton. Según algunas estimaciones –cuyos métodos de cálculo no se publican-, el tamaño combinado de los mercados de la energía solar y las células de combustible para el mercado del hidrógeno se acercará a los 40.000 millones de dólares entre el 2010 y el 2015. Según Fulton: “Son inversiones que buscan la rentabilidad por la fiabilidad de la tecnología y de sus consecuencias, como ocurre con el mejoramiento de las líneas de transmisión eléctrica, o la eficiencia energética en edificios”. Es al calor de estos cambios que las grandes entidades financieras comienzan a asomar la cabeza por primera vez para ver cómo está el clima y qué se puede hacer al respecto.
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