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Autocontrol

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
10/10/2007
Fuente de la información: Madrimasd
Organizador:  Madrimasd
Temáticas:  Tecnología  Ciencia 
Artículo publicado en Madrimasd
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Estábamos en el Cerebro Multitarea y el aluvión de investigaciones procedentes del campo de las neurociencias que tratan de resolver uno de los problemas fundamentales de nuestra vida cotidiana: cómo tomamos decisiones en cada momento, sobre todo en los momentos complicados en los que nos jugamos algo (o sea, casi siempre, aquí no hay mucho espacio para el optimismo, lo ocupa casi todo la segunda ley de la termodinámica). Pues bien, acaba de caer otra pieza de este extraordinario y todavía incipiente rompecabezas, aunque, como casi todas las anteriores, viene cogida con pinzas y con mucho cerebro tintado.

Hasta ahora, el sentido común consideraba que el autocontrol y la toma de decisiones formaban parte de la misma cosa, es decir, del mismo área del cerebro que lidia con estas cuestiones. La libertad para hacer una cosa u otra, o no hacerlas, tendrían algo que ver con el proceso que permitía tomar decisiones en uno u otro sentido en cada momento. Lo cual entronca con los vericuetos de la multitarea y la resolución de varias actividades al mismo tiempo, o no hacerlas en la secuencia pensada. Pues no. Según Marcel Brass y Patrick Haggard, investigadores respectivamente del Instituto Max Planck para las Ciencias Humanas Cognitivas del Cerebro y de la Universidad de Gante, el cerebro mantiene separadas al área desde donde se ejerce el autocontrol, del área donde se cuecen y se toman las decisiones.

Al parecer, esta investigación comienza a explicarnos porqué frecuentemente abandonamos el camino empedrado de buenas intenciones, al que hemos jurado abonarnos, y aparecemos haciendo exactamente lo contrario de lo que nos habíamos propuesto. El salto es largo, desde luego, pero para allá vamos.

Decidir una cosa y después no hacerla no sólo tiene que ver con la libertad de actuar, lo cual ya acredita suficientemente esta línea de trabajo (después, nos imaginamos, llegaremos hasta los fundamentos neuronales de la fraternidad y la igualdad), sino también, y quizá fundamentalmente, con la libertad de no actuar. Sólo que, aquí, según nos recuerdan estos investigadores, se abre la puerta de los trastornos psiquiátricos donde el autocontrol ejerce un papel crucial. Con una visión inevitablemente medicalizada de nuestra sociedad, nos recuerdan que el no hacer lo que se había decidido hacer tiene que ver con problemas tan contundentes como la adicción a las drogas, diferentes ludopatías y ciertos trastornos de la personalidad. Las ventajas de esta separación en nuestro cerebro de funciones tan determinantes, por ahora, no las mencionan, pero a poco que nos pongamos a reflexionar –sin la menor intención de hacer o dejar de hacer este artículo por el camino que me había propuesto- comienzan a surgir unas cuantas. Pero sigamos con el experimento que ha permitido detectar la separación entre las áreas de autocontrol y de la toma de decisiones.

La muestra no ha sido muy exhaustiva, según explica el artículo publicado en The Jornal of Neuroscience: quince participantes y ninguno zurdo, lo cual deja a una considerable parte de la humanidad fuera de esta experiencia sobre la libertad de hacer o de no hacer (casi una metáfora de la vida misma). Y el ejercicio consistió en oprimir unas teclas de un teclado indicando previamente cuál iban a pulsar y en qué momento algunos de ellos renunciaron a hacerlo a pesar de haber anunciado su decisión. Parece un experimento modesto, pero suficiente para que los científicos detectaran en imágenes obtenidas por resonancia magnética que cuando se cancelaba una decisión se “iluminaba” una zona del cerebro directamente sobre los ojos, la cual no mostraba ninguna actividad cuando los participantes ejecutaban la acción escogida.

Los científicos consideran que estos resultados son muy significativos porque la libertad de no hacer explicaría porqué algunas personas son impulsivas y se meten en cuanto sarao cae en su rango de acción, mientras que otras derrotan hacia el sofá –u otros lugares igualmente peligroso- tan pronto como pueden. Aunque me imagino que por cuestiones profesionales los investigadores destacaron la importancia de este descubrimiento para tratar desórdenes psiquiátricos, si los tiburones de las grandes empresas leyeran literatura científica y cayera en sus manos este artículo, sin duda se convertirían a la neurociencia o, mejor dicho, les entraría una neurofilia digna de estudio. Lo cierto es que, lo miremos por donde lo miremos, estamos cogidos: ya sea por el cerebro multitarea o por esta recién descubierta autonomía entre del control cerebral de nuestra conducta antes de tomar decisiones, las pruebas contra nuestro “errático” comportamiento van aumentando. Afortunadamente, todavía estamos en la fase de laboratorio y apenas con sólo quince cobayas, todas ellas diestras. Yo, como soy zurdo, espero estar muy al último de la fila. Pero, a la velocidad que van las cosas y el incremento de la eficiencia cerebral en la función multitarea, la dicha no durará mucho.

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