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Entrevista a Ramón Margalef. Ecólogo

Autor: Luis Ángel Fernández Hermana
25/5/1995
Fuente de la información: Revista Medi Ambient. Tecnologia i Cultura
Lugar: Barcelona
Organizador:  Revista Medi Ambient, tecnologia i cultura
Temáticas:  Ciencia  Medio ambiente 
Ramon Margalef

Ramón Margalef es sin duda uno de los ecólogos más importantes de nuestro siglo, como atestigua sin hesitar su legión de discípulos. Puesto ante el debate entre economistas y biólogos acerca de la denominada "la cuestión de la población", el científico, como el esclavo que sostenía la corona de laurel del vencedor durante el paseo triunfal por las calles de la Roma imperial, nos recuerda con voz suave: "No olvidemos que somos un animal como otro cualquiera sometido a las leyes de la biología". Para Margalef, el hombre ha pretendido distanciarse de su antecesor en la escala de la evolución natural a base de espectaculares golpes propinados con todo el vigor de su propia evolución cultural, sustentada sobre todo en la masiva utilización de energía. El resultado final, según Margalef, era previsible: las leyes de la selección natural siguen operando con todo su rigor incluso en el pináculo de la civilización. Y el hombre ha adquirido un poder extraordinario para acelerar las consecuencias de sus frecuentes faltas de racionalidad.

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"No podemos perder de vista que somos animales"

Ramón Margalef
(Barcelona, 1919-2004)

Ecólogo español. Investigador y director del Instituto Español de Investigaciones Pesqueras.

Desde 1967, catedrático de ecología en la Universidad de Barcelona.

Considerado el impulsor de la ecología en España y una autoridad mundial en el estudio de las aguas continentales.

Fundador de la limnología española, en sus trabajos ha introducido el uso de modelos matemáticos.

Autor de:

"Teoría de la Información en la Ecología" (1957), "Perspectivas de la teoría ecológica" (1968), "Ecología" (1974) y "Limnología" (1984), entre otras obras.

Premio Ramón y Cajal de investigación científica (1984).


P.- En primer lugar, ¿tenemos un problema con la población que debamos tratar?
R.-
Todos los organismos vivos tienen, en un momento u otro, problemas de superpoblación, que se resuelven a través de las propias presiones naturales. El hombre tiene esta característica peculiar de creer que anticipa los acontecimientos y cree que puede influir sobre ellos más de lo que realmente influye, lo cual, a su vez, tiene, como aspecto positivo, el que le despierta un cierto sentido de responsabilidad.

P.- O sea, que la posibilidad real de actuación sobre las dimensiones de la población es limitada.
R.-
Sí. Pero seguimos discutiendo sobre ello porque hemos perdido de vista que el hombre es un animal como otro cualquiera, un organismo más. Durante toda una época, las ideas de la evolución del hombre produjeron un agitado debate que se centró en un aspecto limitado: la visión tradicional religiosa del hombre como una criatura aparte, especial. Y esto dio lugar a muchas controversias que todos conocemos. Cuando los obispos dejaron de enfadarse con quienes decían que el hombre descendía del mono, los intelectuales que mantenían la actitud progresiva adoptaron un punto de vista que venía a admitir, despreocupadamente, que las ideas que pretendían defender podían ser interesantes en la polémica, aunque no impedían reconocer que éramos muy diferentes al resto de los organismos. La idea de que el hombre estaba desconectado de la naturaleza se impuso y toda la polémica fue un episodio utilizado desde una perspectiva intelectual, no científica.

P.- ¿Cuáles han sido las consecuencias de esta polémica?
R.-
Intelectualmente el hombre es hoy un organismo muy poderoso, que asume una cierta responsabilidad por sus actos. Pero el caso es que el resultado de esta polémica sobre su origen animal, su inserción profunda en la naturaleza y su pretensión de erigirse en un caso aparte, ha tenido unas consecuencias bastante negativas. El hombre, quiéralo admitir o no, está sometido a la selección natural. Y, actualmente, uno de los factores de esta selección es el aumento de la población. El hombre ha alcanzado un dominio extraordinario de la energía, de los recursos, y cuando se quiere discutir entre distintos grupos humanos la cuestión de la población se olvida que el factor importante es la tasa de aumento del total de recursos que el hombre utiliza: en otras palabras, el crecimiento que hay que reconducir a cero es la suma del incremento de la población más la suma del incremento en el uso de recursos por cada uno de los individuos. Naturalmente, el mundo desarrollado plantea una posición muy injusta cuando pretende disminuir la tasa de multiplicación de los otros sin disminuir la tasa de aumento de la utilización de recursos per cápita entre los individuos de su propia población.

P.- ¿Este factor actuará como una barrera natural al aumento de la población?
R.-
Es natural que la población se limite por factores naturales. Aún no hemos llegado a este límite, pero en las discusiones que se entablan entre los distintos pueblos sobre la forma de controlar el aumento de la población se comete siempre esta tremenda injusticia, se habla del número de individuos sin mencionar la tasa de consumo de recursos per cápita. Ahí está el quid de la mala comprensión de la verdadera naturaleza del hombre. Si el hombre es un descendiente del mono, es una estirpe en la que sigue siendo vigente la dinámica de la selección natural. De lo contrario, si no se considera como un organismo que forma parte de la naturaleza, no cesará de proponer soluciones muy poco convincentes y no le quedará más remedio que sufrir el problema. Esto va mucho más allá de las posturas religiosas. La única forma que tienen las poblaciones con pocos recursos de mantener su capital génico, que es la forma como compiten los organismos, es produciendo más hijos.

P.- ¿Hay ejemplos en el mundo animal de los que se puedan sacar experiencias?
R.-
Claro, las hormiguitas. Han alcanzado la esterilidad para controlar la población y dejan que una reina ponga los huevos. Pero no hay nada equiparable a lo que significa el uso de los recursos por parte de los seres humanos. Los animales usan sólo los recursos como alimentación. Nosotros, además, tenemos una cultura que consume una gran cantidad de energía per cápita. Esto es lo que genera desigualdades dentro de cada cultura humana y, en promedio, desigualdades entre todas las culturas. Esta es una condición única dentro de la biología de las especies. Basta que volvamos un poco atrás sobre el origen del hombre para que veamos que estas características peculiares no han anulado la evolución. Además, hay una cosa muy importante. Los caracteres que han dado la superioridad a la especie y le ha permitido multiplicarse enormemente, son dos: el uso de recursos externos y de instrumentos, la mano, y el otro la evolución cultural, la voz. La voz y la mano nos han llevado muchísimo más allá de donde ha llegado cualquier otra especie o nuestros propios antepasados en la línea evolutiva. Estas rasgos, que constituyen las señas de identidad de la especie, siguen actuando como factores de competición darwiniana dentro de ella. Es decir, que los hombres, queramos o no, competimos los unos con los otros por el uso de los recursos. Como es natural, resulta abusivo que el que usa más recursos pretenda moralizar a la parte de la humanidad que está en peores condiciones para que detengan la única posibilidad que tiene de ir adelante en la vía biológica: producir un exceso de individuos, muchos de los cuales morirán, pero los que queden podrán contribuir a hacer más eficiente la constitución genética. Este proceso corre paralelo con el que sucede entre los más poderosos: en ellos, más probablemente, su característica genética de supervivencia no mejora y cada vez tienen que acudir más al recurso de la medicina. Este es un problema muy serio.

P.- ¿Es un factor "típico" de selección natural el trasladar el problema a los carentes de recursos y acusarlos de reproducirse en exceso, descontroladamente?
R.-
Efectivamente. Como decía antes, el hombre se ha diferenciado de las otras especies por su capacidad de manejar utensilios y el fuego, que es la introducción del uso de la energía. Esto es lo que le ha permitido distanciarse del chimpancé o de quien fuera su antepasado. Pero esto sigue siendo un factor de evolución en el seno de la especie humana. La parte más beneficiada por el uso de los recursos ha conseguido un enorme poder y lo ejerce de una manera intratable. Una de las expresiones culturales de este poder es pretender decirles a los otros "es mejor que no os reproduzcáis". Y su traducción práctica se manifiesta de muchas maneras, como la venta de armas, impedirles que se desarrollen, etc. Pero venderles armas es un poco peligroso, porque entonces puede ayudar a la selección natural de manera no totalmente deseada por los vendedores.

P.- Desde el punto de vista de la dinámica de poblaciones ¿el problema reside en una distribución desequilibrada de recursos o que ya hemos tocado fondo y, simplemente, no hay más recursos para todos?
R.-
Sí, estamos ante recursos limitados. La competencia y la selección natural se producen por la limitación de los recursos. Estamos utilizando muchísimo más espacio del que necesitamos. Las vías de comunicación, la segunda residencia, los campos de golf, etc., ocupan espacios muy grandes. No es ideal saturar totalmente los espacios naturales, que llenemos todos los recovecos del globo. La respuesta de la naturaleza puede venir en cualquier momento y de muchas maneras: un cambio climático o cualquier otro acontecimiento imprevisible, que limite seriamente nuestras capacidades actuales.

El problema del debate sobre la población, como el de la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo de El Cairo, es que se discute desde puntos de vista muy diferentes, entre una parte de la humanidad que se ha apropiado de la gran mayoría de los recursos, de la energía y, por tanto, acumula un poder enorme, y el resto cuya única posibilidad de resistir es reproducirse mucho con la esperanza de que alguno sobrevivirá. Si esto lo ponemos en términos prácticos, como el deseo de crecimiento cero, hay que hacerlo sumando población y consumo de energía per cápita. Esto ya lo había explicado yo en un libro publicado en los años 70, "Ecología", cuyos datos están lógicamente anticuados, pero la tendencia se mantiene y la divergencia entre las variables es aún mayor en favor de lo países ricos: menos población y más consumo de recursos. En los foros internacionales ellos llevan el agua a su molino, pero si se analizan sus argumentos desde el punto de vista de la selección natural, se les nota en seguida qué es lo que pretenden.

P.- Concentración de recursos en pocas manos y, por otra parte, estamos próximos al límite de los recursos de la Tierra ocupando todos los espacios disponibles. ¿Qué conseguiríamos si hubiera una redistribución equitativa de los recursos?
R.-
Primero, si toda la población humana pretendiera usar los recursos en la cantidad con que lo hace la parte rica, pronto quedaría de manifiesto la imposibilidad de conseguirlo. Por tanto, tendríamos que ver esta cuestión desde una perspectiva diferente. Como ya he señalado antes, hemos perdido de vista que la especie humana es una especie animal sometida a una dinámica biológica. Tenemos una gran confianza en el poder de nuestra cultura, pero no se han eliminado los factores de selección ni las presiones dentro de la especie, como es natural. Hay que retornar a formularse lo que representa la "hominización" y olvidarnos del planteamiento intelectual de "que hemos sabido siempre que el hombre era algo muy especial".

P.- ¿Y cómo sería esa "hominización"?
R.-
Ser conscientes de lo que significa esta palabra requerirá quizá ver las cosas de una manera más abierta. Por ejemplo, colocar esta competición entre los países desarrollados y los menos desarrollados en un marco más real y de menos propaganda. No se trata de dar ni de dar limosna a los pobres, ni de hacer "biologismo". Tendría que ser otra cosa. No sé cómo, pero me suena a falso la mayor parte de los argumentos que se esgrimen, sobre todo desde el punto de vista biológico, ya no digamos desde el humano.

P.- ¿Cómo se limitaría por selección natural la población humana?
R.-
La especie humana de los territorios desarrollados han encontrado esta limitación de forma natural: el descenso de la natalidad ha venido espontáneamente junto con la riqueza y la comodidad que ésta conlleva. Los países poco desarrollados es impensable que accedan inmediatamente a cualquier tipo de limitación voluntariamente aceptada. La reproducción es, quizá inconscientemente, la única forma que tienen de mantener sus poblaciones. ¿Cuáles serán sus factores de selección? Pues no sé, probablemente tendrán menos enfermedades de las que nos afligen a nosotros. Porque hay que ver la cantidad de dinero que invertimos para mantener una vida. Y a veces es una vida miserable al alargarla más allá de ciertos límites. En cambio, los que se multiplican más invierten mucho menos dinero en alargar la vida.

P.- ¿Cree, como sostienen algunos científicos, que las catástrofes nos obligarán a cambiar nuestra forma de vernos?
R.-
Es posible. Estamos destrozando la naturaleza y es previsible que ocurran algunas reacciones por ese lado. Lo que no está claro es cómo combatiremos nuestro etnocentrismo. Darwin situó al hombre en su sitio, en la naturaleza, por su origen. Hoy creo que la ecología tiene que situar al hombre funcionalmente dentro de la naturaleza. Esto implica reconocer un gran número de limitaciones. Las diversas políticas de control de población no son tan importantes, aunque se les preste tanta atención. Son una cuestión secundaria desde el punto de vista de la especie, aunque tienen su fundamento en cuanto afectan a la conciencia de la gente. Pero o se encuentran métodos de regulación más aceptables, o se tenderá más a aceptar lo que antes era inaceptable. Más trascendental es reconocer nuestros límites antes de decidir qué hacemos, porque así sabremos qué podemos y qué no podemos hacer o no debemos hacer. El punto clave, insisto, es que el darwinismo fue una revolución cultural que hemos tratado de asimilar de una manera cómoda: "Bueno, sí, descendemos del mono, pero esto no significa nada, el hombre es un ser completamente aparte". Y yo digo que no. Los mismos factores de selección natural que han permitido evolucionar desde nuestros antepasados al hombre, la evolución cultural simbolizada por la voz y la mano --el uso de artefactos para aprovechar la energía--, han configurado una naturaleza humana peculiar, pero no suspende los factores biológicos, como la variabilidad, la selección natural, la transmisión genética. Todo esto sigue igual. Si la evolución cultural indirectamente limita la fertilidad de la especie, bien. Pero si no la limita u igual para todos, persisten entonces las tensiones internas. Estas tensiones internas nacen del propio proceso de la selección natural y de la evolución general. Son cosas muy importantes que no podemos olvidar fácilmente.

P.- Algunos científicos sostienen que la contaminación del planeta está teniendo como efecto una elevación de la tasa de infertilidad, ya detectable en algunos países industrializados.
R.-
Esto puede ser bueno si limita el aumento de la población --salvando por supuesto los problemas de conciencia que puede causar el "método"--, pero al mismo tiempo debe ponernos en guardia. Si los países a los que hemos condenado --figurativamente-- a una vida primitiva continúan siendo fértiles, a la larga habrá una sustitución de nuestra poblaciones por la de esos países. Es una ley de vida, es el procedimiento natural de la vida que existe desde siempre.

P.- Ecólogos del Tercer Mundo mantienen que los países industrializados serán cada vez más dependientes de las reservas alimenticias de los países en desarrollo y esto dará un vuelco a la situación.
R.-
Bueno, siempre lo hemos hecho así. Hemos ido a buscar la energía donde ésta se encuentra. Actualmente, a pesar de los graves conflictos que sufre Argelia, el gas sigue discurriendo hasta nuestras sociedades y puntualmente se paga de alguna forma. El mundo se está convirtiendo en un parcial entretejido de círculos y tramas de poder superpuestas, para decirlo de manera gráfica y quizá exagerada. Entre ellas luchan con una capacidad de maniobra y de información enormes, pero la base biológica es nuestro cuerpo y éste se rige por las reglas genéticas de la evolución.

P.- ¿Qué piensa del argumento de los economistas quienes sostienen que el mercado se encargará de regular la población y la distribución de los recursos?
R.-
Pienso que una gran dificultad cultural, científica y política es no tener una definición del dinero, del numerario, que sea aceptable, efectiva y operacional dentro del campo de la biología y la ecología. El invento del dinero no lo tienen los animales. El hombre lo ideó como una forma simbólica de la transmisión de bienes. Pero hoy día hay otras vías del dinero, como la especulación, que no tienen nada que ver con la transmisión de bienes, sino con una gestión del poder.

P.- Sobre la función de la política actual...
R.-
Bueno, aparentemente es una cosa trasnochada, pero en el fondo la política determina comportamientos parecidos al pájaro que sale en la mañana y canta sacando pecho para que se sepa que él está allí y es el rey de su territorio. Y se pelea si alguien quiere ocuparlo. Cosas como ésta las hemos olvidado porque somos muy poderosos y podemos olvidar muchas cosas. No percibimos como propios los riesgos que creamos. Es prueba de una falta de sensibilidad que se desparrama por todo el tejido social, sobre todo en los medios de comunicación, que diluyen todo en medio de una avalancha de información intranscendente.

P.- ¿Cree que la cooperación será la alternativa a la competencia?
R.-
Lo veo muy difícil. Establecer una cooperación entre países ricos y pobres me parece muy arduo, aunque no hay nada imposible. Unos no quieren intentarlo y los otros no pueden. Los mecanismos de la biología llevan consigo también esta manera de facilitar o de resolver vías de competición. El ecólogo hoy día no puede dejar de ser biólogo y algunos de estos problemas tienen raíces en la evolución. Por una parte, el problema parece tratable si nos lo proponemos. Pero, por la otra, debemos comprender que es intratable porque afecta a sentimientos muy profundos relacionados con la competencia inmencionable entre los sociedades, muy difícil de superar. Podemos hablar hasta la eternidad si somos racistas o no y cosas así. Pero, en el fondo, estamos supliendo el color de la piel por el color de la tarjeta de crédito. Claro, cuando se producen episodios críticos, como genocidios, asesinatos políticos o atentados terroristas, la gente se conmueve. Pero debemos ser conscientes que sin llegar a estos límites, todo lo que ha llevado a cometer lo que consideramos como barbaridades sigue activo dentro de la especie humana. Siempre estamos en situación de recaer, lo cual es parte de la aventura humana, que no es cosa baladí.

P.- ¿Estamos ahora en más peligro que antes?
R.-
Sí, pero sólo porque somos mucho más poderosos. Ahora tenemos una capacidad extraordinaria para acelerar las consecuencias de cualquier acción que luego podríamos ver como estúpida, pero no necesariamente más estúpida que las que cometieron nuestros antepasados.

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