Editorial número 303
Pies que correr no saben, despacio anden
En
las últimas semanas hemos tenido noticia de varios debates en los
que conocidos analistas han tratado de meterle el bisturí al mundo
"pos-11/09/01". Uno de ellos se celebró recientemente en
Barcelona al que asistieron, entre otros, Manuel Castells, Martin
Carnoy (catedrático de la Universidad de Stanford), el sociólogo
Alain Touraine, Javier Solana (responsable de "relaciones
exteriores" de la UE), Erkki Tuomioja ministro de Asuntos
Exteriores de Finlandia) y el teórico Ulrich Beck. Este encuentro lo
organizó la Fundación CIDOB, dedicada a las relaciones
internacionales. Aunque con los matices propios de cada postura, hubo
un acuerdo general sobre tres o cuatro ejes que se han vuelto
dominantes tras los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono: el
creciente papel de la seguridad (aunque sin cualificar en excesivo
detalle este concepto), la impune mano larga de EEUU, la falta de una
respuesta alternativa al poder imperial y, finalmente, la reducción
sensible de valores democráticos en pro de la "guerra contra
las redes terroristas globales". A pesar de la trabajada
argumentación que sustenta la preeminencia de estas tendencias en el
escenario internacional actual, queda pendiente la pregunta más
importante: ¿Eso es todo lo que está pasando?
Hacia
donde uno mire en estos momentos, pareciera que el consenso alrededor
de esta susodicha nueva situación es total. Un reciente informe
sobre la izquierda británica, publicado en el periódico The
Guardian, hace hincapié en el desconcierto de los antiguos
opositores a la política exterior de EEUU y los activistas de la
globalización en favor de estas tendencias. La pregunta aquí, como
antes, es: ¿Este desconcierto es nuevo? En varios artículos
habíamos criticado desde en.red.ando
la postura de algunos de estos movimientos que se movían juntos, sin
que quedara muy claro cuál era el pegamento que los mantenía
unidos. Ahora que se desgajan como las cuadernas de un barco en
desguace es sorprendente la facilidad con que se emiten juicios sobre
el destino de la "sociedad global" a partir de la propia
inconsistencia.
La
cuestión de la seguridad no sólo no es nueva, sino que resulta tan
difícil aplicarla en el mundo actual que ha sido necesario un evento
tan espectacular como el del 11-S/01 para que aflore de la manera
como lo ha hecho. La pregunta en este caso es: ¿Los criterios de
seguridad política, social, económica, incluso de vida cotidiana,
con los cuales nos vienen amenazando, son sostenibles? Es
decir, ¿se sostienen en el mundo de las redes o, por el contrario,
pertenecen al de las aspiraciones de políticos aterrorizados por su
incompetencia para hacer frente a los graves problemas que afectan a
sus sociedades?.
Desde
hace años, las principales agencias de seguridad de EEUU, así como
el Departamento de Defensa, el Departamento de Estado y, por
supuesto, la Casa Blanca, juntos o por separado, han elaborado
numerosos informes al respecto. Las mejores cabezas de las grandes
corporaciones también han participado en estos ejercicios concebidos
como estratégicos para definir líneas políticas de actuación.
Posiblemente el documento más completo al respecto data de 1994. En
aquella época circuló ampliamente por Internet (había muy poca web
todavía). Este voluminoso informe, titulado "Redefinir la
Seguridad" y confeccionado por la Comisión Conjunta de
Seguridad (JSC), en la que participaban todas las agencias de
seguridad de EEUU y contó con el apoyo de las corporaciones e
instituciones más significativas del país, fue elevado al
Secretario de Defensa y al Director de la CIA, William Perry y James
Woolsey, respectivamente .
En
aquella época, como digo, en Internet había muy poca web y mucho
foro de debate preocupado por cuestiones tales como la democracia de
las redes. Y aunque la WWW no experimentó su despegue público
significativo hasta un año más tarde, la administración de EEUU ya
llevaba tiempo evaluando lo que se le venía encima, en particular un
mundo interconectado por ordenadores. Las comunidades virtuales se
contaban por decenas de miles con varios millones de usuarios de
costa a costa. Y los chavales de 15 años comenzaban a sedimentar la
premonitoria destreza de las generaciones Nintendo y Sega. Aquello
olía a peligro. Mucho peligro.
Uno
de los temas que suscitó mayor debate en la Red fue la primera frase
del documento de la JSC: "La primera obligación del gobierno es
garantizar la seguridad de sus ciudadanos." Nada de bienestar
social ni zarandajas parecidas. Adiós el espíritu de la revolución
francesa y de los propios padres de la patria estadounidense. Como
aclaraba inmediatamente el informe, de lo que se trataba era de
poseer unas fuerzas armadas fuertes, una economía robusta y
relaciones internacionales mutuamente beneficiosas. Este ha sido el
norte de los últimos gobiernos de EEUU. Durante años, sus centros
de análisis (Think Tanks) han reexaminado la experiencia de la II
Guerra Mundial, la guerra fría y, sobre todo, los años 90, con el
fin de diseñar políticas adaptadas a las nuevas circunstancias.
Muchos de estos trabajos se tradujeron en líneas de investigación
militar, en políticas corporativas de diferente tipo y en
legislación fuertemente impregnada de estos criterios de seguridad.
Esta última, la única manifestación pública y evidente de
semejante actividad intelectual y práctica, tuvo una fuerte
oposición por parte de las asociaciones civiles del país y de las
que habían nacido al calor de los debates en la Red, como la
Fundación de las Fronteras Electrónicas (Electronic Frontier
Foundation).
El
episodio más notable de esta batalla fue la declaración de
inconstitucionalidad de la denominada "Ley de la Censura de
Internet" (Decency Act), aprobada por Clinton el 8 de febrero de
1996. La sentencia de los jueces supuso un duro revés para el
presidente, pero, sobre todo, sorprendió por el claro análisis
sobre las limitaciones reales de los poderes para intervenir en la
Red y, a la vez, elevó a la categoría de "nuevos derechos
democráticos" la interacción entre los internautas y el
ejercicio de la libertad de expresión en el ciberespacio. Pregunta
¿ha cambiado esto en términos reales desde el 11-S? Aparte de las
amenazas de John Ashcroft, el fiscal general de EEUU, ¿ha habido
recortes reales a la libertad de expresión (en realidad, de
interacción) desde el 11-S en la Red? Sabemos que ahora vigilan más
en los aeropuertos en los vuelos hacia EEUU, que hay que mostrar
hasta la suela de los zapatos por si lleva alguna mecha adherida, y
que Bush se ha sacado de la manga unos tribunales militares
especiales por los que todavía tendrá que sudar tinta para
hacérselos tragar a una buena parte de su población.
Pero,
en Internet, ¿qué ha sucedido exactamente desde la caída de las
Torres Gemelas? Lo único que sabemos a ciencia cierta es que en el
primer mes después del ataque, los internautas publicaron 500
millones de páginas nuevas sobre todos los aspectos posibles del
peor atentado de este tipo en suelo estadounidense. 500 millones de
páginas repletas del lenguaje que supuestamente debería erotizar a
Echelon hasta extremos rayanos en el paroxismo sexual. Quizá por eso
no escuchamos mucho últimamente de lo que está haciendo este
sistema mundial de escuchas de la Agencia Nacional de Seguridad de
EEUU: sus ordenadores deben estar saturados.
O
quizá se deba a que ese "mundo escuchado", ese entorno
electrónico donde se desenvuelven cientos de millones de personas,
tiene una serie de peculiaridades irritantes, sobre todo desde el
punto de vista de las agencias de seguridad. El ciberespacio no tiene
un anclaje territorial, ni siquiera temporal. Por tanto, la
vigilancia, por definición, tendría que ser planetaria y las 24
horas del día. Dicho de otra manera, el marco regulatorio de esa
vigilancia no debería reconocer ningún tipo de frontera. Lo cual
significa, de paso, acordar --¿armonizar?-- qué cosas se pueden o
no se pueden hacer en todo el mundo, independientemente de culturas,
religiones, edades, grados de desarrollo, etc. E independientemente
de lo que hacen más de 500 millones de internautas, empresas,
colectivos, instituciones, ONG, administraciones locales, regionales
o nacionales y un largo etcétera, de diferentes culturas,
religiones, edades, grados de desarrollo, etc. Esta no es una tarea
sencilla. Ni siquiera lo es aunque se ponga de acuerdo un grupito de
países, por más poderosos que parezcan.
El
intelectual Carlos Zaldívar hacía recientemente un parangón entre
la materia oscura del universo y la de nuestras sociedades. Los
politólogos todavía no han logrado iluminar esas zonas opacas de
las relaciones humanas construidas con materiales de pautas
culturales profundas y sometidas a cambios no cuantificados, ni mucho
menos categorizados desde el punto de vista de su "calidad",
como los criterios éticos, el concepto de familia, la propensión al
ahorro, etc., que según él, hay que tomar muy en cuenta a la hora
de analizar el poder. A esta larga lista de incógnitas nunca bien
despejadas, y que uno adivina como una carga histórica mal resuelta
sobre las espaldas de muchos de los analistas que tratan de
desvelarnos las claves del "pos 11/09/01", nosotros
añadiríamos el desconocimiento de lo que está sucediendo realmente
en las redes, qué procesos de acrisolamiento están operando en
generaciones de diferentes puntos del planeta, qué visiones se están
consolidando en espacios de difícil --y compleja-- inspección y
cómo se manifestarán públicamente el día de mañana. Porque,
además de los analistas que todos nosotros conocemos y de los
sociólogos que hace años que llevamos leyendo, además de ellos hay
alguien más ahí fuera y encima tiene voz para dejarse sentir. Sólo
hay que escucharles para comprobar que no todo empieza y acaba con el
cacareado concepto de la seguridad, no al menos como nos lo vienen
explicando en estos últimos meses como si fuera el descubrimiento
del siglo.
Otros artículos relacionados publicados en en.red.ando El terror de los analfabetos digitales, por Luis Angel Fernández Hermana. (13/02/96)
Juicio digital, por Luis Angel Fernández Hermana. (18/6/96)
Números macabros, por Luis Angel Fernández Hermana. (22/09/98)
Nadie sabe para quién trabaja, por Luis Angel Fernández Hermana. (13/7/99)
Globalizar no es fácil, por Luis Angel Fernández Hermana. (1/2/00)
El Estado de la Seguridad, por Luis Angel Fernández Hermana. (15/2/2000)
Globaliza, que algo queda, por Luis Angel Fernández Hermana. (12/12/00)
La globalización de Einstein, por Luis Angel Fernández Hermana. (5/6/01)
Criaturas del pasado, por Luis Angel Fernández Hermana. (12/06/01)
La red que nadie pidió (*), por Luis Angel Fernández Hermana. (26.06.01)
Por qué soy un globalizador, por Luis Angel Fernández Hermana. (24/7/01)
|